Vuelvo a Irlanda (Dublin y Belfast) después de más de 10 años, cuando viví en un pequeño pueblo de Cork, y el carácter de los irlandeses continúa siendo duro porque es elegante. Allí la psicología es un hacha, y no todo es tan pequeño como parece. Desde las iglesias a la agitada vida nocturna, se abre un panorama plural donde cualquiera es bienvenido. El río hace la mitad, y es claro el contraste de las zonas obreras enmarcadas en la periferia, imaginario conocido también gracias al eco de Inglaterra y que se hace realidad entre silencio, ladrillo y difícil acento.
Tramado en pocos días, este reportaje ahonda en la literatura del viaje, y esboza el gesto de un pueblo. El pueblo de Joyce, Beckett y W. B. Yeats, pero también el de una comunidad viva que nace en el agua y canta en el agua pese a la historia y la cruz, hoy parte de otro relato.