La intimidad es un terreno sagrado donde cada uno de nosotros acariciamos la verdad. Como un secreto inconfesable, este resquicio de la realidad se nos muestra lleno de pureza, y en él discurrimos libres, sin deber hacia nada ni nadie, sin molestia alguna ni impedimentos psicológicos cuya raíz son las convenciones arquetípicas y siniestras que la sociedad nos impone. Pero ¿qué ocurre cuando hasta este lugar nuestro y sólo nuestro está dirigido a un fin, casi siempre estético, que pretende mostrar y demostrar ya no tanto a uno sino a otros, olvidando toda esa blanca concepción que antes le otorgábamos a este milagro silencioso?
“Sensación” indaga en esa pregunta a través de siete fotografías con una narrativa claramente metafórica, y su objetivo es el de reivindicar las verdaderas intenciones que nos causan enalteciendo los deseos de liberación y pasión que toda historia que vale la pena contar, contiene, analizando también qué es la moda y para qué sirve, y hasta cuándo.
En el proyecto se narra una historia, una historia de amor tal vez pero, en todo caso, pese a que el punto de vista recaiga sobre la mujer y una visión clásica de la feminidad (estéticamente hablando), esta historia pretende iluminar, como una parábola, una moraleja concisa: ¿qué cosa esencial buscamos en realidad detrás del muro de las apariencias?
Iré, cuando la tarde cante, azul, en verano, herido por el trigo, a pisar la pradera; soñador, sentiré su frescor en mis plantas y dejaré que el viento me bañe la cabeza.
Sin hablar, sin pensar, iré por los senderos: pero el amor sin límites me crecerá en el alma. Me iré lejos, dichoso, como con una chica, por los campos , tan lejos como el gitano vaga.